CUIDADO DE LOS HIJOS: ¿No queríamos igualdad? (Cartas al director)

Antonio Sicilia (Córdoba)

Hace poco leí: “Es tan verdad que una mujer puede ser una excelente ingeniero como un hombre un buen padre”. Si lo que buscamos es igualdad, me sigo preguntando por qué tenemos tantos prejuicios respecto a al cuidado que un hombre puede procurar a sus hijos. Los tiempos han cambiado, los roles de hombres y mujeres han cambiado pero damos por hecho que el cuidado de los hijos es potestad de las mujeres. Todos los días vemos en las noticias asesinatos, malos tratos, abusos- verdaderas barbaridades. Pero, ¿solo son hombres? Vemos a bebés recién nacidos en contenedores, en cañerías, congelados. Todos tenemos en mente casos horribles tanto de hombres como de mujeres respecto al trato de los más inocentes. ¡Señores, seamos serios! El tiempo de quien es peor o mejor persona ha pasado. Todos los días padres y madres salen a trabajar muy duro para mantener una familia, dar los mejores cuidados a sus pequeños y procurarles una buena educación. Defendamos la igualdad. Estamos en el siglo XXI. Defiendan la bondad o maldad de los individuos, no diferencien entre el sexo bueno o malo; el hecho de tener nueve meses en el vientre a un futuro bebé no te hace mejor o peor ni se presupone que sabrás, querrás o podrás cuidar de tu hijo. ¿No queremos igualdad?

 

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/cartas-director_987311.html

Violencia entre parejas adolescentes, igualada en sexos

Ocho de cada diez adolescentes de entre 14 y 19 años afirma conocer algún acto de violencia entre parejas de su edad, según se desprende de un estudio elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación y Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

El trabajo, determina, además, que, en conjunto, son más frecuentes los actos violentos en chicos, y más graves (como amenazas, insultos, agresiones), en relación a los actos de las mujeres, considerados de menor grado (revisión del móvil, control de lo que hace su pareja).

Aún así, los porcentajes de violencia ejercida entre géneros está en muchos casos muy igualada. Por ejemplo, los encuestados afirman conocer un 33,5 por ciento de las chicas y un 32,5 de los chicos que no permiten que sus parejas vean a sus amigos, o a un 39,7 por ciento de chicas y un 36,9 por ciento de chicos que controla dónde está el otro. Del mismo modo, señalan que conocen a un 62,9 por ciento de chicas que controla el móvil de su pareja, al igual que un 58,6 por ciento de los chicos.

Para director técnico del centro, Eusebio Megías, no es sorprendente esta igualdad de actuación ya que “la raíz de esta violencia se debe a la visión de exclusividad y posesión que los adolescentes imprimen en la pareja y que es compartida tanto por chicos como por chicas“.

¿Por que los medios venden solo una cara de la moneda?

A su juicio, la visión adolescente de la pareja ha sufrido una “revolución hacia la igualdad”, pero éste no se ha producido “de forma homogénea”. Asi, considera que es difícil encontrar a gente que no defienda la igualdad, pero siguen existiendo aquellas gestos que se apoyan “en los tópicos esterotipados” para defender la desigualdad.

Es decir, se basan en el “paquete biológico”, de que “una mujer tiene derecho pero no puede hacer una o tal cosa igual que el hombre por su biología” para defender la situación “sociocultural” en la que se encuentra.

Mujeres sensibles y hombres posesivos
Así lo refleja el estudio, en donde se determina que existe una aceptación “muy generalizada entre chicos y chicas” respecto a los tópicos que definen hipotéticamente sus géneros: el 56 por ciento define a las chicas como muy sensibles y tiernas, además de preocupadas por su imagen (en un 46%), mientras que los chicos son vistos como dinámicos y activos, en un 66 por ciento, independientes (36%) y posesivos y celosos (31%).

Para los expertos, estas atribuciones de cualidades a los diferentes sexos influyen de manera determinante en el establecimiento de estereotipos sobre las capacidades atribuidas a unos y a otras. De este modo, ellas son percibidas como más capaces de comprender a los demás, más capaces de dar cariño y más capaces de reflexionar. Y ellos más decididos, mejores para el deporte y más hábiles con las tecnología.

En cuanto al aspecto laboral, para los adolescentes existen profesiones femeninas y masculinas y puestos de trabajo de cada género. Sin embargo, perciben que los puestos de los hombres pertenecen a ámbitos de poder y están mejor remunerados, además de que ellas tienen más dificultades con la conciliación entre el hogar y el trabajo.

Megías apunta, al respecto, que los jóvenes perciben el machismo de otras generaciones y existe un acuerdo generalizado en ambos sexos al señalar que el proceso de igualdad es lento, pero progresivo. Un 9 por ciento considera que no existen diferencias, frente a un 42 por ciento que sí que las ve, pero dice que son pequeñas o muy pequeñas. Un 14 por ciento considera que existen diferentes grandes o muy grandes entre géneros.

Diferencia de oportunidades
El estudio, que se ha elaborado en colaboración con el Banco Santander y Telefónica, destaca que, en relación a la diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres, ellas perciben peor o mucho peor sus oportunidades a la hora de participar en la vida política (57% frente al 36% de los varones), alcanzar puestos de mayor responsabilidad (63% frente al 57% de los varones) o compaginar la vida laboral con la familiar (29% frente al 20% de los chicos).

En este sentido, Megías señala que los chicos son mucho más conscientes de la injusticia que antes, aunque un “gran grupo de ellos” creen que “no deben hacer nada, que las que se deben de mover son ellas” que son las que sufren la desigualdad.

De este modo, la actitud de los chicos es la de no hacerse responsable de la situación, basándose en que han sido educados de ese modo y defendiendo que “no actúan contra lo que se les ha enseñado”. Para el experto, este actitud es habitual en el ser humano, la de “defenderse si cree que hay algo negativo y atribuir  alos demás el problema”.

 

Fuente: http://www.antena3.com/noticias/sociedad/adolescentes-afirma-haber-visto-actos-violencia-parejas-edad_2015091000179.html

La ley contra la violencia machista provoca más violencia machista

62 asesinadas por año frente a las 49 del periodo anterior

  • Entre 1999 y 2003, sin embargo, la violencia doméstica se cobró 246 víctimas mortales en España.
  • Lógico: se trata de una ley injusta contra el varón.
  • Las denuncias por violencia de género repuntan el 1,5% en 2014 tras cinco años de caídas.

El 29 de diciembre de 2004 se publicó en el BOE la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, una ley aprobada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Así que próximamente se cumplen los once años de aprobación de esta norma. Buen momento para recoger cifras.

Según un gráfico de la SER, en 2005 -primer año de vigencia de la Ley- fueron asesinadas 57 mujeres. En 2006, 69. En 2007, 71. En 2008, 76. En 2009, 56. En 2010, 73. En 2011, 61. En 2012, 52. En 2013, 54. Y en 2014, 51. En esos diez años fueron asesinadas un total de 620 mujeres, que dan una cifra de 56,36 cada año.

Sin embargo, entre 1999 y 2003, la violencia doméstica se cobró 246 víctimas mortales en España, según datos del Instituto de la Mujer que recogió El Mundo. Es decir, en cinco años, la media de mujeres asesinadas al año llegó a 49,2, antes de la aprobación de la Ley de Violencia de género.

En cuanto al número de denuncias, El País recoge que tras cinco años de caídas, en 2014 ha llegado el primer repunte. Un total de 126.742 mujeres presentaron una denuncia por maltrato el año pasado, un aumento del 1,5% respecto a 2013.

A la vista de estos datos cabe plantearse la eficacia de la norma socialista…

 

Fuente: http://www.hispanidad.com/la-ley-contra-la-violencia-machista-provoca-mas-violencia-machista-62-asesinadas-por-ano-frente-a-las-49-del-periodo-anterior.html

La campaña del miedo

Así es como da inicio el artículo No todos los hombres de la tuitera Barbijaputa. Se trata de un texto donde la autora apelará de forma constante al miedo de la lectora, a incitar sus aprensiones a caminar a solas por calles oscuras, o a subir en un ascensor con un desconocido. Intentaré analizar los extractos más importantes de dicho artículo irresponsable, un discurso de la alarma y el miedo que empieza a ser peligroso para la convivencia de hombres y mujeres.
En la apertura del artículo leemos que ciertos miedos son exclusivos de la mujer (como, por ejemplo, cuando una chica regresa de una noche de fiesta y camina a solas por la calle a altas horas de la madrugada). Como bien explica un estudio publicado en un artículo de El Pais, el hombre tiene tres veces más posibilidades de morir asesinado (en países donde la delincuencia común alcanzan mayores cotas –como el Salvador, Honduras o México- la brecha entre víctimas varones y víctimas femeninas es aún mayor). Es cierto que, por lo general, el hombre no siente ese miedo del que habla Barbijaputa cuando camina por una calle oscura pero, desde luego, y como podemos leer en el artículo de EL PAIS  (AQUÍ) , no es porque corramos menos peligros (vuelvo a remitirme al dato de que tenemos TRES veces más probabilidades de morir asesinados que las féminas de este país). Si no tenemos el mismo miedo es, tal vez, por la misma razón por la que fumamos más (aún a riesgo de padecer cáncer de pulmón), nos ponemos menos protección solar o usamos menos el cinturón de seguridad. El mismo estudio revela que un adolescente varón tiene ¡Once veces! más probabilidades de morir ahogados por su más limitada percepción del peligro. En definitiva, que nos sintamos más a salvo que la mujer no quiere decir que, verdaderamente, lo estemos.
Para continuar con su particular campaña del miedo, Barbijaputa no tiene reparos en utilizar ejemplos sacados de un contexto socio-cultural que nada tiene que ver con el contexto de una mujer que vive en España. Es indudable que cualquier mujer puede ser víctima de una agresión sexual o un asesinato, pero permíteme dudar de que una mujer de Palencia tema ser secuestrada por un guerrillero nigeriano de Boko Haram para acabar siendo violada en un campamento terrorista, o que una mujer que viva en Murcia sienta temor de que su hermano cometa un delito y un jefe tribal indio la sentencie a ser violada por ello.
Por desgracia, esa es la realidad de muchas mujeres a lo ancho y largo de países subdesarrollados, estados fallidos y entornos rurales de países como la India o Afganistán pero, por suerte, no es la realidad de una chica que vive en nuestra sociedad. Mezclar contextos sociales es, además de irresponsable y muy poco serio, una manera burda de manipular, a no ser que Barbijaputa crea que la violencia está en los mismos cromosomas del hombre y no importe si es un extremista religioso de Nigeria o chaval de Burgos aficionado a los videojuegos.
Permítanme que me extienda un poco en este punto, pues considero que es la madre de todo el artículo de esta escritora. Asegura que los verdugos son siempre hombres, y las mujeres siempre víctimas. ¿De qué tipo concreto de violencia dentro del amplísimo espectro de delitos se refiere exactamente? Si se refiere a la delincuencia común ya he dicho que se equivoca; los hombres tenemos tres veces más probabilidades de morir asesinados que las mujeres, por lo que la mujer no es el blanco favorito para este tipo de violencia.
Si se refiere a un tipo de violencia más específica, como la violencia de género, entramos en un terreno delicado. ¿De verdad piensas que en casos de violencia en el ámbito de las relaciones de pareja el hombre es siempre el verdugo y la mujer es, por ende, la víctima? Barbijaputa, si alguna vez decides dedicar una pequeña fracción de esa empatía que reclamas en ese artículo a leer historias y testimonios de la “otra violencia” tal vez amplíes tu reducida visión de la compleja relación entre hombres y mujeres. Entre muchos testimonios de todo tipo, encontrarás innumerables casos del uso instrumentalizado de la violencia por parte de muchas madres ejercida a través de los hijos (lo que hace que sea doblemente cruel, al introducir en la ecuación a los niños). El clásico “no lo vas a ver hasta que un juez lo decida” puede convertirse en años en algunas ciudades de este país (sí, a diferencia de ti no me he ido a Nigeria o a la India para hallar desigualdades legales). Años en los que muchos padres tachan, con infinita impotencia, días en los calendarios sin poder ver a sus hijos.
Si el feminismo es la ideología de la igualdad, como aseguras convencida en este artículo, ¿por qué nunca le he oído clamar por situaciones como ésta? ¿Son, acaso, secundarias? De ser así, ¿hablamos de víctimas de primera y víctimas de segunda en función de sus cromosomas? Y si respondemos de nuevo que sí, ¿dónde está la igualdad de la retórica feminista?
Otro bloguero se suma al hilo de este hilarante artículo que pretende ser serio, y va aún más allá. Afirma que todo hombre es un potencial maltratador, y se “fundamenta” en la idea de que todas las personas son capaces de ejercer la violencia (e incluso matar).
Debo admitir que estoy de acuerdo con él en esto último. Todos nosotros podemos llegar a matar si se da la concatenación de circunstancias apropiadas. La violencia es una respuesta que reside en todos (no digamos ya sólo seres humanos) seres vivos de este planeta. Por tanto, en principio puede parecer un argumento lógico, un axioma; todos los hombres podemos ejercer violencia, y dado que el maltrato es una forma de violencia, también podemos ser maltratadores. Pues no, Vimes, no es así de simple. No hace falta ser ducho en lógica aristotélica para saber que ambas premisas dan una conclusión falaz. 
 
El maltrato, violencia intrafamiliar, violencia de género (utilicen la expresión que consideréis más apropiada) es un tipo cruel de violencia, pero no es la única. La violencia abarca un espectro casi ilimitado de respuestas agresivas y lesivas, y no podemos coger un saco y meter todas esas diferentes clases de violencias en él como si tuviesen la misma naturaleza y la causasen los mismos mecanismos. Todos podemos agredir o matar si se dan las circunstancias apropiadas, pero no todo el mundo puede planificar un asalto, preparar en la guantera del coche un kit de violación, acechar a un niño, engañarle para aproximarse a él, forzarle a entrar, abusar sexualmente de él, y abandonarlo desnudo y desorientado en el arcén de una carretera como haría cualquier agresor pederasta.
 
El maltrato no es un acto de violencia espontáneo, fruto de una serie de circunstancias concretas que estallan en un golpe dirigido al rostro de nuestra pareja. El maltrato tiene una característica que es indispensable para considerarlo realmente maltrato; ha de ser continuado, repetirse en el tiempo. Es un tipo de violencia con características bien definidas y que no se centra en el simple estallido de rabia visceral que conduce a la agresión física. Las palizas es la muestra más visible del maltrato, pero antes de que el maltratador propine a su pareja la primera paliza, se le exige un “trabajo” previo dirigido a anular la respuesta de huida de la víctima. Ese “trabajo previo” es una forma sutil, meditada e intencionada de violencia encaminada a menoscabar la autoestima y salud psíquica de la víctima, para evitar que huya después de la primera paliza (como haría si no hubiese allanado el camino antes).
 
En la brillante argumentación que da en la caja de comentarios de su blog a un usuario está la clásica comparación con la Alemania Nazi. “No importa que no nos consideremos incapaces de llevar a cabo un acto de violencia continuado y perverso porque, en las circunstancias apropiadas, cualquiera puede convertirse en un tirano. El ejemplo está en la Alemania Nazi, cuando toda una sociedad persiguió y masacró a los judíos”. Creo que ese “argumento” merece que me extienda en el próximo artículo, pero ya os adelanto que esa tesis demuestra la infantilidad de la lógica de Vimes.
 
 

Vemos muchos casos de violencia de género en la prensa, pero todos los veranos estamos igual

  • Los criminólogos Nahikari Sánchez e Ismael Loinaz consideran que el aumento de denuncias de agresión sexual se debe a que “estamos cambiando como sociedad respecto a lo que estamos dispuestos a tolerar”.
  • Los expertos creen que “se legisla a través de la alarma social” y que no se potencia la rehabilitación ni se controla el riesgo de reincidencia.

Los casos de violencia de género que se han sucedido los últimos meses no reflejan un aumento respecto a otros veranos, según han defendido los criminólogos Nahikari Sánchez e Ismael Loinaz en los Cursos de Verano de la UPV. Bajo el título ‘Rehabilitación de delincuentes violentos’, los expertos han analizado desde un punto de vista práctico la situación actual en relación con los cambios legislativos y el tratamiento tanto jurídico como rehabilitador del delincuente.

En esta línea los expertos han explicado que “a pesar de todas las noticias que se publican y la percepción de la sociedad sobre la subida de la criminalidad, los datos demuestran que la tasa de criminalidad ha descendido. Una vez más vemos la diferencia entre cifras oficiales y la percepción social. Por ejemplo, este verano estamos viendo numerosos casos de violencia de género en la prensa. Es alarmante, pero realmente todos los veranos estamos igual, las cifras no varían. No es que este verano sea el peor de la historia, sino que todos los veranos repetimos el mismo patrón de alarma”, han afirmado.

Además los ponentes aseguran que el aumento de las denuncias por agresión sexual reflejan un evolución de la sociedad que “estamos cambiando respecto a lo que entendemos como agresión sexual y a lo que estamos dispuestos a tolerar”. Como ejemplo han citado el caso de el Reino Unido donde van a crear un vagón exclusivo para mujeres por las agresiones sexuales que se producen. “¿Pero somos los hombres cada vez más agresores sexuales o la sociedad tolera menos tipos de conducta que antes no eran considerados delitos sexuales?”, se han preguntado.

Los directores del curso han afirmado que la cifra de reincidencia en los condenados por violencia de género es mucho mayor a la reincidencia de agresores sexuales que han recibido tratamiento. “Pero la alarma social es bastante mayor respecto a los delincuentes sexuales ya que este elige las victimas por azar. Sin embargo, la violencia de género ocurre en casa y nos parece que no todos podemos ser víctima”, han apuntado.

Por otro lado, a juicio de los expertos, la alarma social que provocan algunos casos, tiene un especial impacto en la legislación. “Se legisla a través de la alarma social. Siempre hay peticiones de cambios legislativos y movimientos sociales derivados de uno o dos casos concretos. Esto también se potencia desde los medios de comunicación. Las peticiones siempre se centran en el aumento de pena, y no tanto en potenciar la rehabilitación o el control del riesgo de reincidencia”, ha explicado el Ismael Loinaz, que también ha destacado que esto ocurre tras sucesos puntuales de máxima gravedad, “pero que no son los más frecuentes”.

En esta línea, uno de los aspectos que más preocupa a los criminólogos es que los programas y la intervención especializada que se están llevando a cabo en prisiones y centros de menores estén basados en evidencia empírica. “Además, se debería realizar una revisión sistemática de todos los programas para saber si realmente sirven. Esto ayudaría a gestionar mejor los recursos con los que contamos en estos tiempos de crisis”. Según Nahikari Sánchez aunque esto parece obvio, no se hace de forma generalizada.

Los criminólogos sostienen que “hay delitos con un porcentaje muy bajo de incidencia, como los delitos sexuales, que causan una gran alarma social”. Por ejemplo, según ha explicado, se estima que el 22,5% de las mujeres experimentan un episodio de abuso o agresión sexual en algún momento de su vida. Sin embargo, de acuerdo con las estimaciones anuales un 1% de mujeres sufre un delito sexual en el periodo de un año. En España se denuncian cada año 9.000 delitos sexuales y hay en la actualidad 4.000 delincuentes sexuales encarcelados.

Por su parte, Ismael Loinaz ha incidido en la idea que “cada vez somos menos violentos como sociedad” tal y como puso de manifiesto el autor Steven Pinker. “Pero la sociedad está cada vez más informatizada, contamos con más medios de comunicación, por lo que conocemos todo lo que ocurre en el mundo. Esto nos da la sensación de que cada día hay crímenes, homicidios y de cada vez somos más violentos”.

Delincuencia juvenil

Otro de los hechos que han destacado es que una de las percepciones que tiene la sociedad en general es que la delincuencia juvenil va en aumento y de que cada vez son más violentos. “Ahora llegan a los medios noticias de hijos que pegan a sus padres y videos de agresiones en los colegios. La sociedad va cambiando pero también las fuentes de información varían. Por lo que no podemos comparar la situación actual con la de hace veinte años en la que nada de esto era noticia”, han afirmado.

En este sentido han apuntado que las cifras oficiales de delincuencia juvenil sufren altibajos de un año a otro. “Por ejemplo, en 2007 y 2013 las cifras son parecidas, pero el porcentaje sube y baja en los demás años. Sin embargo, las noticias se suelen centrar en una variación en el porcentaje, que no marca en realidad una tendencia clara de subida o bajada. Además, la subida de las denuncias puede ser consecuencia no del aumento de la delincuencia sino del aumento del índice de denuncia, por haber fomentado que se denuncien los sucesos delictivos. Esto produce incertidumbre a los profesionales y a la sociedad, que se acaba confundiendo”, han explicado.

En adolescentes, a diferencia de lo que ocurre con adultos, la sociedad está más dispuesta a ser positiva, es decir, “se considera que imponer condenas más duras no es adecuado para la rehabilitación. Sin embargo, en adultos somos favorables a la castración química y a la cadena perpetua. ¿Pero cuando empezamos a cambiar el chip?”. Loinaz se ha planteado como puede justificarse que un enfoque sea válido para una persona de 17 años pero no para una de 18. “¿Cómo podemos justificar que con una diferencia de un mes cambie nuestro planteamiento de intervención?”, han preguntado.

Uno de los aspectos que más preocupa a los criminólogos es que los programas y la intervención especializada que se están llevando a cabo en prisiones y centros de menores estén basados en evidencia empírica. “Además, se debería realizar una revisión sistemática de todos los programas para saber si realmente sirven. Esto ayudaría a gestionar mejor los recursos con los que contamos en estos tiempos de crisis”. Según Nahikari Sánchez aunque esto parece obvio, no se hace de forma generalizada.

Doctrina Parot

Por último, Loinaz ha hablado sobre la Doctrina Parot, “una política criminal que falló”. Loinaz ha recordado que “esta política, aunque principalmente fue aplicada a presos de ETA, también se aplicó a delincuentes sexuales condenados por sucesos de gran gravedad. Estos delincuentes también quedaron en libertad tras la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que declaró su ilegalidad. Casi todos los que salieron han reincidido. Estos eran sujetos de alto riesgo a los que no les aplicó ningún tipo de tratamiento ya que no se esperaba que salieran hasta dentro de algunos años. Al no haber hecho nada los sujetos salieron con la peligrosidad con la que ingresaron en prisión”, ha concluido.

 

De la minifalda a la Ley de Violencia de Género para justificar asesinatos machistas

Recuerdo que el verano de mis 15 tuve noticia, por primera vez de primera mano, del asesinato de una mujer a manos de su marido. La pareja regentaba un negocio de venta de muebles justo al lado de la tienda de mi padre y de ellos se podría decir lo que 10 de cada 10 vecinos de parejas tocadas por la violencia de género suelen decir: “eran una pareja normal”.

Hasta que un día él la mató. No supe mucho más a parte de que él la estranguló hasta asfixiarla, no había antecedentes aparentes de malos tratos y nada parecía indicar que algo así pudiera suceder. Pero sucedió. Y tras la conmoción inicial, se desató el habitual escrutinio de la vida de la pareja para tratar de explicar el asesinato.

En ese momento me encontraba en la tienda de mi padre y, con la curiosidad de mis 15, me dispuse a escuchar la conversación del grupo de padres de familia que se encontraban en ese momento en el establecimiento. Lamentaciones varias, gestos de consternación… y de repente alguien dejó caer el comentario: “la verdad es que se ponía unas faldas… lo mismo el pobre hombre no pudo más”.

Me quedé estupefacta. ¿Debía empezar a preocuparme por mis faldas? ¿Sería en el futuro víctima responsable de cabrear tanto a una persona como para justificar que me matara? Corría el año 1.997 y casi 20 años después no hemos avanzado tanto como creemos: siguen muriendo mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas, y sigue habiendo quien trata de justificar la violencia machista.

A pesar de todo lo que hemos avanzado, hay quien ha cambiado las faldas por la Ley de Violencia de Género y demás legislación impulsada por el Lobby Feminazi -esa poderosísima (e imaginaria) organización de mujeres gordas, feas, bigotudas y lesbianas, muy lesbianas, cuyo objetivo real no es la Igualdad sino el sometimiento del hombre-. La cuestión es encontrar un argumento para seguir justificando lo injustificable. 

El mito de las denuncias falsas y las detenciones ilegales

Cada vez con más frecuencia, en cuanto se produce un asesinato machista se desata un virulento debate en el que parte del sector masculino se dedica a hacer campaña en contra del feminismo, en defensa de los derechos del hombre e incluso llega a justificar al asesino por ese supuesto maltrato del que se declaran víctimas. Los mecanismos más frecuentes son los siguientes:

– Negación: “la violencia es violencia, no es machista ni feminista” (llegan a utilizar los términos de forma antagónica). “Las feminazis utilizan el machismo para seguir beneficando a la mujer sobre el hombre”. “Este hombre no ha matado a su mujer porque fuera machista sino porque estaba loco”

– Menosprecio del sufrimiento de la víctima de violencia machista o intento de restarle importancia al asunto. Normalmente viene seguido de la denuncia del maltrato que sufren los hombres, silenciado por el lobby feminazi, y/o la culpabilización de las víctimas.

– Equiparación de la violencia machista con el maltrato del hombre por parte de la mujer. Comparable a equiparar el abuso sexual infantil con el maltrato de un hijo hacia sus padres.

– El más vergonzoso e ignominioso de todos los argumentos: la justificación del crimen por los efectos de la Ley que tiene por objetivo evitar estos crímenes. En este caso, hasta periodistas de renombre y una innegable capacidad de influencia sobrela sociedad aprovechan su posición para alimentar la vergonzosa justificación (en un ejercicio de irresponsabilidad extremo que debería ser penado):

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De todas las medidas que incluye la Ley de Violencia de Género, hay una a la que los seguidores de esta corriente de pensamiento se agarran como a un clavo ardiendo: las detenciones que se llevan en caso de denuncia falsa. Denuncias que, según datos de la Fiscalía General del Estado desde 2009 a 2013, no suponen ni el 0,1% del total de denuncias:

Muchos otros recurren al tema de la custodia de los hijos y las pensiones alimenticias en caso de divorcio, llegando a responsabilizar a las mujeres del suicidio masculino. Curiosamente, no ven las pensiones impagadas ni la violencia que ejercen muchos maltratadores sobre sus ex mujeres a través de sus propios hijos, incluso llegando a matarlos gracias a esa misma Ley que dicen que les perjudica pero que deja a los niños en manos de maltratadores en nombre de la custodia compartida. Pero eso tampoco lo ven.

¿Por qué esta necesidad de hacerse pasar por víctimas y tener que defenderse atacando a las mujeres? La respuesta es extensa y los motivos variados, pero casi siempre parecen estar ligados a un temor a que la Igualdad se salde con una merma de sus derechos en el contexto de la sociedad patriarcal en la que han crecido, acostumbrados a disfrutar de todos los derechos y libertades sin tener que competir con sus homólogas femeninas (este vídeo representa este fenómeno a la perfección).

Así, ante los esfuerzos que se invierten para acabar con la violencia machista contraponen una supuesta superprotección de la mujer (que de momento no parece dar muchos frutos si consideramos que las denuncias por maltrato no disminuyen y la cifra de asesinatos machistas tampoco) frente a una supuesta indefensión del hombre.

5 reflexiones que imposibilitan justificar la violencia machista

Aún con todo, en un ejercicio de empatía extrema, me pongo en el lugar de los hombres que viven con miedo a la Ley de Violencia de Género y me solidarizo: es horrible sentirse indefenso. De eso sabemos mucho las mujeres, convivimos el miedo desde que tenemos uso de razón y éste nos acompaña toda la vida.

Dia_contra_la_violencia_machistaInsisto: me solidarizo. Porque es horrible sufrir por algo que no has hecho. Como cuando un amigo intenta un acercamiento sexual y al ser rechazado nos acusa de ser una golfa calientapol habernos insinuado. O como cuando un extraño te soba el culo en una disco porque dice que con esos vaqueros ceñidos vas provocando. O como cuando abusan sexualmente de ti mientras estás inconsciente pero hasta el juez desestima que haya habido violación porque no has dicho “NO” claramente (además, si has bebido tanto fijo que es porque tenías ganas de marcha, golfilla…).

Pero más horrible que el miedo y la injusticia es tratar de justificar el acto de un asesino que ha matado a una persona porque se creía superior a ella, porque la consideraba de su propiedad. Además de horrible, es mezquino, absurdo, inexplicable. Y aunque está muy de sobra, porque en materia de violencia de género no hay justificación que valga, sí me gustaría reflexionar sobre 5 puntos que hacen imposible que nadie con dos dedos de frente utilice las leyes para explicar una acción tan aberrante:

Primero: el sufrimiento de una persona no justifica que haga daño a otra. Sufrir no es una licencia para herir.

Segundo: la gran mayoría de hombres que agreden o asesinan a sus mujeres no han sufrido en ningún momento los rigores de la Ley de Violencia de Género ni de las políticas de Igualdad. Muchos ni siquiera fueron denunciados jamás.

Tercero: la mayoría de los hombres que manifiestan sentirse maltratados por la Ley, nunca han tenido problemas a causa de esta Ley. Es poco ético anteponer un sufrimiento inexistente al sufrimiento REAL de una persona que precisamente esa Ley intenta proteger. 

Cuarto: con los datos en la mano, hay motivos más que suficientes para actuar ante la más mínima sospecha de maltrato. Normalmente los partes médicos hablan por sí solos. Y si de verdad crees que la mayoría de mujeres denunciantes se autolesionan… has visto muchas películas.

Quinto: queda mucho por hacer en materia de Igualdad si crees, como yo, que Igualdad también es que nosotras podamos volver a casa a cualquier hora sin tener que pedirle al taxista que espere hasta que entremos en el portal; que podamos disfrutar del Chupinazo de los Sanfermines sin ser abusadas sexualmente; que a ninguna mujer le pregunten si piensa tener hijos en una entrevista de trabajo; que, como bien decía Barbijaputa en su último post en alusión al asesinato de Laura y Marina en Cuenca, no tengamos que ir con una amiga a recoger nuestras cosas a casa de nuestro ex. La lista de “ques” es inagotable.

Os aseguro que estoy enfadada hasta la indignación y que siempre es tentador empezar a despotricar y utilizar otro tono para señalar lo que me parece inaceptable. Recurrir al “estoy hasta el coño” que veo mucho por redes sociales últimamente. Pero la verdad que no necesito ni violencia en mis palabras, ni palabras malsonantes para empoderarme y hablar claro. Yo vengo empoderada de casa.

Prefiero repetir hasta la saciedad que LA IGUALDAD ES COSA DE TODOS y para avanzar en materia de Igualdad necesitamos acabar con el miedo y la amenaza real que supone el machismo, una amenaza que demasiado habitualmente se consuma y mata. Y para acabar con ello nos necesitamos A TODOS, hombres y mujeres, sin excepción. Unidos.

Porque el feminismo no es lo opuesto al machismo, es un movimiento de todos y para todos que busca la Igualdad entre el hombre y la mujer. No existe el tal movimiento “feminazi” ni mucho menos lo que llaman hembrismo. No nos creemos superiores, ni queremos serlo. No buscamos venganza, ni cobrarnos la revancha.

Las mujeres solo queremos VIVIR EN LIBERTAD Y EN IGUALDAD de derechos, obligaciones y oportunidades. Queremos VIVIR SIN MIEDO. Pero ante todo vivas, NOS QUEREMOS VIVAS.

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De elfas y orcos. Violencia de género. Una reflexión de Alicia V. Rubio Calle

La ideología de género tiene como uno de sus objetivos primordiales la demonización ontológica del varón, la degradación de la mujer, la manipulación de los niños y la destrucción de la familia.

Puesto que la demonización del varón es uno de los objetivos de la malhadada ideología de género, unos medios informativos perfectamente orquestados y manipuladores se empeñan en darnos una visión negativa de ese colectivo, los varones que, casualmente, son la mitad de la sociedad.

Al varón se le trata de dibujar como un ser violento e hipersexualizado, incapaz de controlar sus pulsiones lascivas y homicidas, un ser despreciable. Vamos, un orco.

Las mujeres, en cambio, son presentadas como unos seres beatíficos incapaces de guerras y violencias a los que los orcos tratan de esclavizar sexual y domésticamente y a las que obligan a tener y criar hijos orcos que continúen con el dominio y elfas que sirvan a los nuevos orcos.

Estos orcos sin sentimientos, como ya han sospechado, pertenecen a un Mordor terrorífico llamado patriarcado, que domina la tierra media desde su lúgubre y secreta morada y dirige, sin excepción, las mentes simples y perversas de todos sus súbditos orcos.

Sin embargo, nos cuentan que algunas elfas valientes se han rebelado contra Mordor y sus orcos y tratan de instaurar un bello Rivendell donde podamos vivir en paz las elfas y algún orco al que, si se hace consciente de su maldad intrínseca y colabora a la destrucción de Mordor, se le perdona lo feo y malo que es.

Se supone que ustedes y yo vivimos en tan angustioso lugar, pese a que no tengamos la percepción de que sea así. Y, por ello, por nuestra clara evidencia de que todo ese mundo de elfas y orcos es una mentira, los medios de comunicación y, lo que es peor, nuestros gobernantes, se afanan en presentar como real, con los métodos más arteros y miserables, ese mundo imaginado.

Nuestros gobernantes, encima, rivalizan en encabezar la cruzada contra Mordor y en resolver la situación venciendo a ese monstruo invisible y a sus odiosos seguidores, concretamente la mitad de los españoles. 

Para ello destinan ingentísimos fondos, pese a que muchos, ni vemos Mordor, ni vemos orcos, ni vemos el destino de los fondos, ni se resuelve nada de lo que cuentan que pasa y que sigue pasando (¡si deja de pasar, se acabaron los fondos!) como si los miles de millones de euros contra Mordor se esfumaran de camino. Y es que, de camino a ese Mordor imaginado hay cantidad de bolsillos agradecidos con los colores de la bandera de Rivendell.

Como la elfa no puede ser violenta y matar, desde el año 2010 las estadísticas oficiales no reflejan las cifras de orcos asesinados por sus parejas elfas. En cambio, sí se refleja la situación inversa: las elfas asesinadas por orcos (una media de 60 al año en una población de 22.000.000 de elfas, y una de las más bajas de de la Tierra Media Europea) son aireadas y repetidas hasta la saciedad.

Asociaciones civiles contabilizan los orcos muertos a manos de elfas a través de la prensa, local en muchos casos: vamos, que sólo las ven los hobbits de La Comarca, pues la muerte de orcos en esta sociedad dirigida por Mordor no merece, curiosamente, prensa nacional. Y la media oscila alrededor de 30 al año. La mitad que elfas, pero no existen. Dicen que no los mata Mordor y, por ello, su muerte y su mísera vida orca no valen un duelo. Me pregunto si los mata Rivendell.

Jopetas. Diríase que ni las elfas son tan buenas y tan inofensivas, ni los orcos tan malos.

Pues no. Como las elfas, tan buenas ellas, no mienten, en la Tierra Media hay una ley (LIVG) que, sólo con la palabra de la elfa afirmando que el orco ha puesto “cara de contactar con Mordor”, el orco con el que convive va al calabozo sin presunción de inocencia, que para eso es un malo malísimo. La elfa, en clarísima situación de desamparo se queda con la casa, los elforquitos y una pensión que el orco ha de pagar aunque se muera de hambre.

¿Y si una elfa mintiera por odio, por venganza, por interés? Pero no, no mienten nunca. No existen las denuncias falsas.

Los orcos, en su infinita maldad y oyendo la voces de Mordor, a veces matan a sus hijos (sin distinción entre elfas y orcos). Mientras se estuvo contemplando en las estadísticas oficiales, los orcos mataban un 33% de las criaturas. A partir de 2011 se dejó de reflejar en las mismas… quizá porque ese 66% restante de asesinados por sus progenitores recaía en las elfas. Y una elfa no mata. Y si mata es por locura, depresión o enajenación. El orco mata por maldad. Jamás tiene depresión, esquizofrenia, alcoholismo… Por maldad y porque se lo manda Mordor. A la bondadosa elfa… ¿no se lo manda Rivendell?

Las cifras, pese al oscurantismo oficial, siguen siendo las mismas: 33% versus 66% “a favor” de las elfas. Los niños que matan estas elfas no existen, no se les da proyección pública. Sólo existen dos “momentos hobbit” en la vorágine informativa: para informar de su muerte y para informar de que la elfa asesina tenía depresión o enfermedad mental. Justificado, por tanto, y cerrado el caso. Hay quién llama angelitos negros a eso pobres niños muertos a manos de sus madres.

El mismo oscurantismo que hay desde 2010 respecto al estado civil (en proceso de separación) de los orcos que se suicidan, cosa extraña en un mundo que tanto les beneficia. Asociaciones civiles aventuran que superan el millar al año por la aplicación legislativa de ese universo de fantasía que sólo un orate, o un malvado, o alguien que se lucra de ello, puede materializar en leyes discriminatorias contra los varones hechos orcos por la gracia del Rivendell más falso, miserable y homicida que imaginarse pueda. Y de todos los trolls, esos sí que lo son, que colaboran en ello.

Transformación de la mitad de la población en orcos, generalizaciones de maldad y estigmatizaciones que, si se hicieran con una raza o religión, causarían escándalo. Inexplicable oscurantismo del Gobierno en las cifras que “no interesan”. Y demasiada gente colaborando por desconocimiento, por buenismo y, sobre todo, por ese dinero, invertido contra Mordor, que alimenta la patraña. Porque, en esta Tierra Media, no hay orcos, ni elfas: hay personas. Seres humanos buenos y malos, nobles y despreciables al margen de su sexo. Seres humanos que nunca tuvieron, ni tendrán, género.

“En caso de peligro, las mujeres y los niños, primero”

“Machete al machote” “Al varón, castración”

Respectivamente Mordor y Rivendell. Nos hemos vuelto definitivamente locos.

Dedicado a esos diputados europeos (MEP’s) que han votado a favor del Informe Rodrígues para que la doctrina falsa y desquiciada de Rivendell se imponga en los colegios por el “empoderamiento de las elfas”. Gracias.

Alicia V. Rubio Calle

Violaciones, anorexia y otros males que también sufren los hombres

Muchos de ellos, víctimas de maltrato, no hablan por vergüenza. Solo el 10 % denuncia su caso.

En promedio, cada cuatro días un hombre es violado en Colombia. Al mismo tiempo, cientos padecen cáncer de mama, anorexia, bulimia o acoso sexual. Y a diario, el Instituto Nacional de Salud (INS) registra una media de 30 casos de hombres, de todas las edades, que sufren maltrato doméstico, violencia sexual o violencia psicológica.

Pero ellos no solo son víctimas de estos azotes, sino que a su dolor deben sumarle los prejuicios, el desconocimiento y el rechazo social por padecer males que afectan mayoritariamente a las mujeres.

Casos de anorexia masculina, difíciles de identificar y están en aumento

Apenas uno de cada 100.000 hombres padece anorexia o bulimia, una tasa diez veces menor que la de las mujeres, pero que va en aumento.

La psicóloga clínica Juanita Gempeler y la psiquiatra clínica Maritza Rodríguez, a cargo del Programa Equilibrio, especializado en el diagnóstico y tratamiento integral de los trastornos de la conducta alimentaria, han visto tan solo 20 casos en sus 17 años de experiencia.

Desde hace mucho tiempo –cuentan– ellos son las víctimas invisibilizadas de la presión sobre la apariencia física. Sin embargo, son los que menos consultan. “Les cuesta trabajo, temen mucho pedir ayuda porque asocian este problema con una enfermedad ‘femenina’ y no quieren ser tildados de gais”, explica una de las doctoras, quien aclara que, si bien es cierto que la proporción de homosexuales con esta patología es mayor, no existe ninguna correlación.
Por ejemplo, sí la hay en las relaciones familiares: una persona con trastornos alimentarios en la familia aumenta en cuatro veces la probabilidad de que otro familiar la desarrolle.

Aunque las consecuencias y el desarrollo de la enfermedad no difieren mucho entre ellos y ellas, los hombres se preocupan más por la forma del cuerpo que por el peso y en lugar (o además) de vomitar o dejar de comer, se obsesionan con el ejercicio, según una investigación de la Universidad de Montreal, que examinó 24 estudios elaborados a lo largo de 15 años sobre las historias clínicas de 279 pacientes.

El psiquiatra Jorge McDouall, asesor en salud mental del ministerio del ramo, advierte que la anorexia y la bulimia trascendieron las modas y se convirtieron en una tendencia cultural “de la mano de la tendencia por ser más sanos”. “Con las redes sociales, los jóvenes están más expuestos, y ese es otro factor de riesgo”, añade. Aunque los jóvenes no son los únicos: en la mediana edad “influye más la profesión a la que se dediquen que la identidad de género. Nunca antes los hombres habían hablado tanto del gimnasio ni del ejercicio físico que realizan. Hay una gran preocupación por el éxito, por tener una estética concreta”, explica el psiquiatra. Y en la medida en que son mayores, aumenta la dificultad para reconocer que tienen un problema.

Tanto McDouall como las doctoras Gempeler y Rodríguez identifican un aumento de casos, especialmente de aquellos que presentan solo alguno de los síntomas que, según McDouall, es del 40 por ciento, y que dificulta el diagnóstico. “Los casos en los que no hay una sintomatología completa, sino solo parcial, están creciendo en todo el mundo. Y esa dificultad también la tienen los pediatras; les cuesta mucho considerar que en un niño la baja en el peso sea por un trastorno alimentario, restando importancia al diagnóstico y perdiendo un tiempo muy valioso”, dice Gempeler.

“Lo realista es que se trata de una enfermedad que afecta más a las mujeres, pero eso dificulta a los hombres acceder al tratamiento y ha contribuido a invisibilizar sus casos”, agrega la doctora Rodríguez.

Ellos ponen 10 % de las denuncias por acoso

Una de cada diez denuncias por acoso sexual es hecha por un hombre. En 39 de los 373 casos conocidos por la Fiscalía el año pasado la presunta víctima fue un varón, frente a 330 expedientes de mujeres que se sintieron acosadas y cuatro en los que no se define el género. Sin embargo, es probable que este flagelo esté impactando a una proporción mayor de hombres, muchos de los cuales no acuden a la justicia por estereotipos sociales y otras razones. Susana Rodríguez, delegada para la mujer y asuntos de género de la Defensoría del Pueblo, calcula que los hombres pueden constituir más del 20 por ciento del total de víctimas y dice que en los últimos años han aumentado los casos donde el afectado es un varón, sobre todo en el trabajo.

“En el caso de los hombres que se ven afectados por este tipo de acoso laboral, al parecer existe un porcentaje significativo donde los acosadores son otros hombres, pero el subregistro y la falta de un marco jurídico más claro dificultan el seguimiento y la realización de estudios que permitan determinar lo que ocurre con mayor profundidad”, lamenta la especialista.

Desde el 2008, cuando el Congreso de la República tipificó el acoso sexual como delito –con penas de uno a tres años de cárcel, o sea, que es excarcelable–, apenas se ha dictado una decena de condenas.

Aunque el Código Penal establece que el delito solo se configura si lo comete un jefe contra un subalterno, una encuesta contratada por el Ministerio del Trabajo concluyó a finales del 2014 que la mayoría de los casos se dan entre personas del mismo nivel jerárquico.

El mismo sondeo arrojó que uno de cada cuatro trabajadores (el 24 por ciento) menciona a las mujeres como el sexo que acosa con mayor frecuencia, frente al 66 por ciento que señaló a los hombres. Ninguno de los encuestados que reconocieron haber sido víctimas de acoso sexual reportó haber acudido a las autoridades competentes para atender esta problemática, como la Policía y la Fiscalía. El principal temor a la denuncia es la posibilidad de perder el empleo.

“Muchos casos no pueden ser demostrados, no proceden e incluso puede que desde un inicio las personas no denuncien por temor a ser sometidas a un proceso que deben demostrar quedando la carga probatoria en la víctima”, explica Rodríguez, quien denuncia la dificultad con la que se encuentran las víctimas, que tienen que demostrar el acoso “por los medios de prueba reconocidos en la ley procesal civil”.

Maltrato intrafamiliar, uno de cada 4

Según los registros del Instituto Nacional de Salud (INS), 11.026 hombres fueron víctimas de violencia el año pasado. De ellos, 10.894 sufrieron violencia doméstica (a manos de una persona de su círculo familiar); 4.953, violencia física; 3.743, privación y negligencia (estas afectan principalmente a los menores de edad); 1.586, violencia sexual y 737, solamente violencia psicológica.

Los datos, recogidos por el Instituto Nacional de Salud (INS), reflejan una realidad oculta: dos de cada diez víctimas de esta problemática son hombres. Y podrían ser más, si se tiene en cuenta que las autoridades consideran que el subregistro es mayor en hombres que en mujeres.

“Estos datos corresponden solo a las notificaciones que se dan por salud; es muy probablemente que sus heridas son serias o severas, o tuvo una gran repercusión en la salud. Hay muchas personas que se están quedando fuera del sistema, o pasan por la justicia”, explica Natalia Gutiérrez, especialista en violencia del INS. “El daño en unas y otros es el mismo, pero hay una cultura donde predomina el machismo, lo que hace que haya más víctimas mujeres y, también, que muchos hombres no se atrevan a denunciar por vergüenza”, añade.

Muchos de esos hombres son niños que quedan marcados con ese código de violencia, alerta Gutiérrez. En ambos casos (hombres y mujeres), el índice de revictimización es del 16 por ciento: incluso, las personas violadas antes de los 18 años duplican la probabilidad de ser violadas en su vida. Y los que han estado expuestos a violencia familiar en la infancia tienen un 37 por ciento de probabilidades de agredir a sus futuras parejas. “Quedan patrones subyugales”, resume la especialista.

Medicina Legal registra datos similares: de enero a noviembre, 103 hombres y 131 mujeres murieron por violencia intrafamiliar. Y 61.997 más sufrieron lesiones por esta causa (el 23,26 por ciento de ellos, hombres).

Aunque podría pensarse que los menores de edad son los más afectados, el 70 por ciento de las víctimas varones son mayores de 18 años, y la franja más vulnerable es de 20 a 45 años.

Carlos Eduardo Valdés, director de Medicina Legal, señala que la violencia intrafamiliar hacia los hombres ha aumentado un 8,7 por ciento en el último año. “Eso sucede en la medida en que la mujer adquiere un rol social más protagónico y exige del hombre”, cuenta. “Las políticas de género han permitido entender que ambos pueden ser maltratados, pero también se debería sensibilizar al hombre, ya que muchas veces la violencia verbal o psíquica pasa inadvertida”, agrega.

El cáncer de mama es una ‘patología huérfana’

La invisibilidad de los hombres en medio de problemáticas eminentemente femeninas puede costar vidas. En el caso del cáncer de mama, por ejemplo, José Joaquín Caicedo, cirujano de la Clínica del Country y presidente de la Federación Latinoamericana de Mastología, admite que muchos pacientes no son diagnosticados a tiempo porque ellos –y muchos de los médicos que los atienden– desconocen que pueden desarrollar esta enfermedad.

Se estima que apenas el 1 por ciento de las personas con cáncer de mama son hombres. Y mientras la media de edad entre las mujeres que presentan esta patología es de 30 años, en los hombres aparece en torno a los 50 o 60. Además, en ellos no es tan agresivo, ya que el cuerpo masculino no posee tanto tejido mamario donde se pueda desarrollar la enfermedad.

Todo esto hace que no haya un tratamiento específico para hombres, sino que se extrapolen los resultados de estudios realizados a mujeres. “Es una patología huérfana”, resume Carlos Lehmann, cirujano oncólogo de seno y tejidos blandos del Instituto Nacional de Cancerología.

“Como en el 99 por ciento de los casos las pacientes son mujeres, los hombres están relegados: la prevención es menor, llegan con estadios más avanzados de la enfermedad y a la hora del diagnóstico muchas veces no preguntan o los doctores no atienden la parte psicológica. Incluso, llegan a cuestionarse si están dejando de ser hombres y, por miedo, no reciben una buena atención”, agrega Lehmann.

Su colega Jaime Caicedo, neumólogo, tenía 73 años cuando le diagnosticaron cáncer de mama. “Advertí algo, pensé que era una picada alrededor de la mama –cuenta–. Al segundo día, el dolor se focalizó sobre el pezón, y al tocarlo estaba duro y ligeramente doloroso. Directamente pensé que podía ser un cáncer de mama. Yo sabía que existía. Tengo un hijo médico en Bogotá y le conté, pero no me quiso creer, pensó que era una mastitis. Finalmente, pedimos una cita y esa misma semana, me hicieron una biopsia y a los ocho días me operaron. Después empecé a recibir radioterapia y otros tratamientos con estrógenos. A los señores también se les puede presentar el cáncer de mama, y cualquier anomalía, engrosamiento del pezón, o picada sobre la mama, deben consultar muy rápidamente. Yo puedo considerarme curado del cáncer”.

Los atacan con ácido casi tanto como a ellas

Son casi la mitad, y durante varios años han sido incluso más. Aunque el rostro de los ataques con ácido tiene con frecuencia nombre de mujer, los hombres han padecido esta plaga casi tanto como ellas.

De las 926 víctimas de ataques con ácido que reportó Medicina Legal para el período que va del 2004 al 2013, 471 son mujeres (el 51 por ciento) y 455 son hombres. Y en el 2008, el 2010 o el 2011 habría sido difícil sostener el argumento de que este es un tema de violencia contra la mujer. Esos años, las víctimas varones fueron el 57 por ciento, en promedio. Entre enero y noviembre del año pasado hubo 14 víctimas varones y 18 mujeres.

Las diferencias de las agresiones son marcadas según el sexo: la mujer es a menudo víctima de ‘celopatías’, mientras que, por lo general, el hombre es atacado por ajustes de cuentas.

Aunque las cifras solo aportan datos sobre el número de víctimas y no sobre sus lesiones, Natalia Gutiérrez, experta en violencia del Instituto Nacional de Salud, indica que “la severidad o el daño son más graves en la mujer; esos casos se hacen con más sevicia, atacando a la cara para dañar la imagen”.

En 126 casos de los 926 registrados por Medicina Legal, el presunto agresor es un integrante de las Fuerzas Militares, la Policía o el cuerpo de guardia del Inpec, y en 79 episodios fueron vecinos.

Violencia sexual: un caso cada seis horas

De los 1.586 hombres violentados sexualmente el año pasado (según el INS), 1.405 sufrieron abuso sexual, 86 fueron acosados –a una edad promedio de 16,9 años– y otros 89 fueron violados, a menudo con intimidación previa. Tres vivieron bajo el yugo de la explotación sexual para pornografía, prostitución o matrimonio servil, entre otras modalidades. La trata de personas registró tres víctimas hombres. En el caso de las mujeres, se registraron 13.233 casos de violencia sexual.

No es que la violencia sexual contra hombres haya aumentado, sino que hoy se denuncia y se investiga con más acierto, coinciden los expertos. Durante décadas, este fenómeno pasó inadvertido por ser considerado una deshonra para la víctima, para la familia y para la sociedad, explica Carlos Eduardo Valdés, director de Medicina Legal.

Esta institución llevó a cabo 8.683 exámenes médicos por violencia sexual entre enero y noviembre del año pasado: 7.153 a mujeres y 1.530 a hombres (17,6 por ciento).

Nada o poco tiene que ver con estratos sociales, señala Valdés. En los ataques a mujeres predomina el victimario conocido. En el hombre es al contrario. “No tenemos muy claras las causas de la violencia sexual hacia el hombre. Hay muchos vacíos. La mayoría de las veces se trata de asaltos sexuales”, dice Valdés, quien añade que los homosexuales suelen ser los más agredidos.

IRENE LARRAZ
Redacción Domingo

Por eso, mientras la sociedad profundiza en la retórica de género, ellos se ocultan en la sombra del anonimato. La vergüenza llega a ser tan grande que, en no pocos casos, ni siquiera denuncian los delitos que se cometen contra ellos.

“Nuestras leyes penales son muy machistas. Por ejemplo, hacen ver la violencia sexual contra el hombre como un caso exótico, como de circo, algo que no puede ser, lo que evita que las víctimas denuncien con libertad y sin riesgo de ser estigmatizadas. Se requiere de una estructura psicológica y de una posición social muy fuertes para que un hombre llegue a denunciar”, señala Carlos Eduardo Valdés, director del Instituto Nacional de Medicina Legal.

Si bien es cierto que en la mayoría de estas problemáticas la principal víctima es la mujer, eso mismo ha contribuido a invisibilizar a la minoría masculina que padece los mismos calvarios.

“Esa mayoría a veces enreda y dificulta que se trate con efectividad a los hombres”, reconoce la psiquiatra clínica Maritza Rodríguez, que trata a hombres con trastornos de conducta alimenticia. “A los pediatras, por ejemplo, les cuesta considerar la baja de peso en niños como un trastorno de la alimentación y retrasan el diagnóstico, con efectos fatales”, dice.
“A diferencia de las mujeres, ellos siempre han tenido derechos que los protegen, pero nunca se han atrevido a usarlos y denunciar, porque la sociedad les ha dicho que no pueden llorar, ni tampoco ser las víctimas”, concluye María Consuelo Arenas, subdirectora de la Secretaría de Integración Social de Bogotá.

Así, acaban doblemente victimizados por una sociedad en la que –en palabras de Natalia Gutiérrez, experta en violencia del INS– “el hombre siempre va a ser motivo de burla si hace este tipo de denuncias. El subregistro es enorme”.

 

Fuente: http://www.eltiempo.com/politica/justicia/casos-de-hombres-victimas-de-maltrato-cancer-de-mama-o-anorexia/15213755

Los hombres contra el machismo y el machismo contra los hombres

Se dice que el machismo beneficia los hombres y, efectivamente, es así. El patriarcado y su ideología, el machismo, han creado un sistema social pensado para beneficiar a los hombres a los que otorgan poder y dominio sobre las mujeres desde el punto de vista político, económico, social y sexual.

Las mujeres son las grandes perjudicadas y contra ellas se infringe violencia si se atreven a sublevarse: violencia física, psicológica o simbólica y todo para que acepten su dominación. El feminismo, vinculado a las ideologías igualitarias, llegó para romper, afortunadamente, con todo esto y ha permitido mayores cuotas de libertades, derechos e igualdad de oportunidades para las mujeres, a pesar de que aún estemos lejos de la plena igualdad. La otra gran discriminación que genera el patriarcado es en contra la diversidad de opciones sexuales puesto que establece la heterosexualidad como la única opción sexual posible, siendo consideradas todas las otras desviaciones que de alguna u otra manera se tienen que corregir. En este sentido, son las personas lesbianes, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) las que también sufren discriminaciones, violencia y invisibilización.

Con todo, también pensamos que el machismo no sólo perjudica a las mujeres o a las personas LGTB, a pesar de que son las más afectadas. El perjuicio lo sufren los hombres también. Me explico. Lo sufren los hombres que no responden a la identidad que marca el patriarcado: aquellos que no son heterosexuales de manera clara e incluso exhibicionista, a los que no se esconden de su vulnerabilidad, a los que se muestran débiles y emocionales, a los que son cuidadores, a los que parten de planteamientos de justicia social, de igualdad y de cooperación en vez de la injusticia, la desigualdad y la competencia actual. Los que no creen que ser hombre sea dominar o ejercer violencia sobre nadie sino ser capaz de establecer una relación en condiciones de igualdad. Todos estos hombres sufren también el peso del machismo porque se salen de la norma que el patriarcado ha marcado para ellos. Otro de los efectos desconocidos es en la salud: los hombres viven de media menos que las mujeres porque su predisposición al autocuidado o su percepción de riesgo es menor que el de ellas. En cuanto al riesgo, esto incide en que sean los hombres los que protagonizan mayor número de accidentes laborales o de tránsito o que el 90% de los prisioneros sean hombres. También tiene efectos devastadores el modelo de hombre competitivo que no reconoce debilidades, ni sabe gestionar emociones o no reaccionar con la violencia como fórmula de resolución de los conflictos.

Los hombres por la igualdad, que somos todavía minoritarios entre los hombres, creemos que el patriarcado también nos perjudica. Lo que pasa es que el machismo ha conseguido invisibilitzar-lo aunque, insistimos, es evidente que no somos los máximos perjudicados. Que los hombres tomemos conciencia de cómo nos perjudica el machismo y el patriarcado es una parte fundamental en el camino hacia la igualdad que han abierto las mujeres con el feminismo. Una parte del cambio en los hombres que pedimos, y por el cual trabajamos, consiste en esto en hacer a los hombres conscientes de estos perjuicios. Y de los beneficios que tiene para todo el mundo la justicia y la igualdad social, el reconocimiento de las propias vulnerabilidad y debilidades para evitar las presiones de un sistema económico y social cada vez más exigente y menos comprensivo que genera cada vez más excluidos. A todo esto hay que añadir los problemas de salud o las limitaciones en el ámbito emocional y con la calidad de nuestras relaciones personales vinculado todo esto en muchas ocasiones a los mandatos de género que tenemos los hombres.

El pasado 29 de noviembre se celebró el cuarto Encuentro Catalán de Hombres por la Igualdad organizado por la entidad Nuevos Hombres de Sabadell. Se prevé un nuevo encuentro en marzo. Un encuentro que se realiza para concretar como conseguimos estos “nuevos” hombres que participan plenamente de los valores como la libertad, la igualdad, la justicia social, la no-violencia y la cooperación y que son conscientes de los perjuicios que genera en ellos el machismo. Por eso cuantos más seamos quienes nos damos cuenta que el machismo va contra los hombres, habrá más hombres contra el machismo.

 

Fuente: http://www.laindependent.cat/index.php?option=com_content&view=article&id=5074%3Aels-homes-contra-el-masclisme-i-el-masclisme-contra-els-homes&catid=198%3Aidentitats-de-geenere&Itemid=241&lang=es