La campaña del miedo

Así es como da inicio el artículo No todos los hombres de la tuitera Barbijaputa. Se trata de un texto donde la autora apelará de forma constante al miedo de la lectora, a incitar sus aprensiones a caminar a solas por calles oscuras, o a subir en un ascensor con un desconocido. Intentaré analizar los extractos más importantes de dicho artículo irresponsable, un discurso de la alarma y el miedo que empieza a ser peligroso para la convivencia de hombres y mujeres.
En la apertura del artículo leemos que ciertos miedos son exclusivos de la mujer (como, por ejemplo, cuando una chica regresa de una noche de fiesta y camina a solas por la calle a altas horas de la madrugada). Como bien explica un estudio publicado en un artículo de El Pais, el hombre tiene tres veces más posibilidades de morir asesinado (en países donde la delincuencia común alcanzan mayores cotas –como el Salvador, Honduras o México- la brecha entre víctimas varones y víctimas femeninas es aún mayor). Es cierto que, por lo general, el hombre no siente ese miedo del que habla Barbijaputa cuando camina por una calle oscura pero, desde luego, y como podemos leer en el artículo de EL PAIS  (AQUÍ) , no es porque corramos menos peligros (vuelvo a remitirme al dato de que tenemos TRES veces más probabilidades de morir asesinados que las féminas de este país). Si no tenemos el mismo miedo es, tal vez, por la misma razón por la que fumamos más (aún a riesgo de padecer cáncer de pulmón), nos ponemos menos protección solar o usamos menos el cinturón de seguridad. El mismo estudio revela que un adolescente varón tiene ¡Once veces! más probabilidades de morir ahogados por su más limitada percepción del peligro. En definitiva, que nos sintamos más a salvo que la mujer no quiere decir que, verdaderamente, lo estemos.
Para continuar con su particular campaña del miedo, Barbijaputa no tiene reparos en utilizar ejemplos sacados de un contexto socio-cultural que nada tiene que ver con el contexto de una mujer que vive en España. Es indudable que cualquier mujer puede ser víctima de una agresión sexual o un asesinato, pero permíteme dudar de que una mujer de Palencia tema ser secuestrada por un guerrillero nigeriano de Boko Haram para acabar siendo violada en un campamento terrorista, o que una mujer que viva en Murcia sienta temor de que su hermano cometa un delito y un jefe tribal indio la sentencie a ser violada por ello.
Por desgracia, esa es la realidad de muchas mujeres a lo ancho y largo de países subdesarrollados, estados fallidos y entornos rurales de países como la India o Afganistán pero, por suerte, no es la realidad de una chica que vive en nuestra sociedad. Mezclar contextos sociales es, además de irresponsable y muy poco serio, una manera burda de manipular, a no ser que Barbijaputa crea que la violencia está en los mismos cromosomas del hombre y no importe si es un extremista religioso de Nigeria o chaval de Burgos aficionado a los videojuegos.
Permítanme que me extienda un poco en este punto, pues considero que es la madre de todo el artículo de esta escritora. Asegura que los verdugos son siempre hombres, y las mujeres siempre víctimas. ¿De qué tipo concreto de violencia dentro del amplísimo espectro de delitos se refiere exactamente? Si se refiere a la delincuencia común ya he dicho que se equivoca; los hombres tenemos tres veces más probabilidades de morir asesinados que las mujeres, por lo que la mujer no es el blanco favorito para este tipo de violencia.
Si se refiere a un tipo de violencia más específica, como la violencia de género, entramos en un terreno delicado. ¿De verdad piensas que en casos de violencia en el ámbito de las relaciones de pareja el hombre es siempre el verdugo y la mujer es, por ende, la víctima? Barbijaputa, si alguna vez decides dedicar una pequeña fracción de esa empatía que reclamas en ese artículo a leer historias y testimonios de la “otra violencia” tal vez amplíes tu reducida visión de la compleja relación entre hombres y mujeres. Entre muchos testimonios de todo tipo, encontrarás innumerables casos del uso instrumentalizado de la violencia por parte de muchas madres ejercida a través de los hijos (lo que hace que sea doblemente cruel, al introducir en la ecuación a los niños). El clásico “no lo vas a ver hasta que un juez lo decida” puede convertirse en años en algunas ciudades de este país (sí, a diferencia de ti no me he ido a Nigeria o a la India para hallar desigualdades legales). Años en los que muchos padres tachan, con infinita impotencia, días en los calendarios sin poder ver a sus hijos.
Si el feminismo es la ideología de la igualdad, como aseguras convencida en este artículo, ¿por qué nunca le he oído clamar por situaciones como ésta? ¿Son, acaso, secundarias? De ser así, ¿hablamos de víctimas de primera y víctimas de segunda en función de sus cromosomas? Y si respondemos de nuevo que sí, ¿dónde está la igualdad de la retórica feminista?
Otro bloguero se suma al hilo de este hilarante artículo que pretende ser serio, y va aún más allá. Afirma que todo hombre es un potencial maltratador, y se “fundamenta” en la idea de que todas las personas son capaces de ejercer la violencia (e incluso matar).
Debo admitir que estoy de acuerdo con él en esto último. Todos nosotros podemos llegar a matar si se da la concatenación de circunstancias apropiadas. La violencia es una respuesta que reside en todos (no digamos ya sólo seres humanos) seres vivos de este planeta. Por tanto, en principio puede parecer un argumento lógico, un axioma; todos los hombres podemos ejercer violencia, y dado que el maltrato es una forma de violencia, también podemos ser maltratadores. Pues no, Vimes, no es así de simple. No hace falta ser ducho en lógica aristotélica para saber que ambas premisas dan una conclusión falaz. 
 
El maltrato, violencia intrafamiliar, violencia de género (utilicen la expresión que consideréis más apropiada) es un tipo cruel de violencia, pero no es la única. La violencia abarca un espectro casi ilimitado de respuestas agresivas y lesivas, y no podemos coger un saco y meter todas esas diferentes clases de violencias en él como si tuviesen la misma naturaleza y la causasen los mismos mecanismos. Todos podemos agredir o matar si se dan las circunstancias apropiadas, pero no todo el mundo puede planificar un asalto, preparar en la guantera del coche un kit de violación, acechar a un niño, engañarle para aproximarse a él, forzarle a entrar, abusar sexualmente de él, y abandonarlo desnudo y desorientado en el arcén de una carretera como haría cualquier agresor pederasta.
 
El maltrato no es un acto de violencia espontáneo, fruto de una serie de circunstancias concretas que estallan en un golpe dirigido al rostro de nuestra pareja. El maltrato tiene una característica que es indispensable para considerarlo realmente maltrato; ha de ser continuado, repetirse en el tiempo. Es un tipo de violencia con características bien definidas y que no se centra en el simple estallido de rabia visceral que conduce a la agresión física. Las palizas es la muestra más visible del maltrato, pero antes de que el maltratador propine a su pareja la primera paliza, se le exige un “trabajo” previo dirigido a anular la respuesta de huida de la víctima. Ese “trabajo previo” es una forma sutil, meditada e intencionada de violencia encaminada a menoscabar la autoestima y salud psíquica de la víctima, para evitar que huya después de la primera paliza (como haría si no hubiese allanado el camino antes).
 
En la brillante argumentación que da en la caja de comentarios de su blog a un usuario está la clásica comparación con la Alemania Nazi. “No importa que no nos consideremos incapaces de llevar a cabo un acto de violencia continuado y perverso porque, en las circunstancias apropiadas, cualquiera puede convertirse en un tirano. El ejemplo está en la Alemania Nazi, cuando toda una sociedad persiguió y masacró a los judíos”. Creo que ese “argumento” merece que me extienda en el próximo artículo, pero ya os adelanto que esa tesis demuestra la infantilidad de la lógica de Vimes.
 
 

Caprichos del Feminismo y Crisis del Masculinismo – ¿Sordas Intentando Domesticar Hombres?

Artículo feminista:

La crisis de masculinidad y los “nuevos hombres”

Algunos historiadores norteamericanos fechan la aparición de la crisis masculina en Estados Unidos a finales del siglo XIX, cuando las mujeres se incorporaron al mercado laboral y comenzaron a luchar por sus derechos. Pero es en el siglo XX, en la década de los 80, cuando florecen los artículos e investigaciones sobre la crisis de la masculinidad en España, en Francia, en EEUU y Latinoamérica, especialmente en Argentina.

En los 90 los medios de comunicación masivos comienzan a hablar del tema: el 28 de Septiembre The Economist daba la señal de alarma con su apertura de portada:  “The trouble with men”.  Desde entonces hasta hoy, no sólo se han multiplicado los estudios sobre masculinidades;  también se ha desarrollado todo un movimiento social y político que está sacudiendo los cimientos del patriarcado en muchos países. Son los hombres igualitarios, que están reflexionando sobre esta crisis masculina y se han sumado a la lucha por la igualdad, desde el trabajo de calle, y desde la academia.

Una de las causas de esta crisis es que los hombres posmodernos han perdido sus modelos de referencia, según R. Conell (Australia). No les sirven los modelos tradicionales, como el de sus abuelos o padres, porque ellos fueron educados en la cultura patriarcal y por tanto vivieron siendo dependientes de sus mujeres, autoritarios, con dificultad para establecer relaciones íntimas y para expresarse emocionalmente.

Muchos sufren una gran carga de inseguridad sobre cuál es su papel, y tienen miedo a perder importancia o a sacrificar su virilidad. No saben relacionarse con hombres gays y odian a las mujeres feministas, y algunos emplean la violencia, tratando desesperadamente de ejercer su poder sobre su entorno, especialmente sobre las mujeres cercanas. En todo el planeta, los hombres se suicidan más que las mujeres y mueren en actos de imprudencia porque tienen menos herramientas para gestionar sus emociones. No saben cómo hacer frente al miedo, al odio, a la desesperación, a la tristeza; por eso es frecuente que recurran a la violencia, contra sí mismos o contra los demás.

Eduardo Bognino, psiquiatra y miembro de AHIGE y PPina, cree que la presión social sobre los “machos” ha sido devastadora para la salud mental y emocional de muchos millones de hombres. Esto es debido a que la masculinidad tradicional está sometida a constantes pruebas; un hombre ha de estar demostrando continuamente que no es una mujer, que no es un niño, que no es homosexual. Tiene que demostrar que es valiente, agresivo, activo, aunque tenga que poner su vida y la de otros en peligro. Los hombres, para demostrar su virilidad, tienen que ser exitosos en su trabajo; promiscuos, fértiles y potentes en el ámbito de la sexualidad. Crecen y construyen su identidad rechazando todo lo que tenga que ver con la feminidad;  las mujeres son siempre “lo otro”, aquello que uno no es.

En las películas, los videojuegos, los cómics, las series de televisión, se aprecia  una falta de diversidad  en los modelos masculinos; unos son machos alfa en acción, otros donjuanes, y  otros son unos “calzonazos” que no saben dominar a sus mujeres. Gracias a la mitificación de la violencia viril de nuestra cultura, la mayor parte de los hombres quieren ser vencedores, héroes o conquistadores de mujeres. La cantidad de mujeres que pueden seducir es la prueba de su hombría, de ahí que se les eduque para ser promiscuos, y para relacionarse con las mujeres únicamente  desde la necesidad. Por eso el papel de las mujeres ha sido siempre el de satisfacer sus demandas sexuales, y además ejercer de criadas para cubrir sus necesidades afectivas y materiales.

Con la revolución feminista, muchas mujeres dejaron de configurar su vida en torno a la necesidad de ser poseída por un hombre, y se rebelaron contra la doble moral sexual que les obliga a ser fieles y que en cambio premia la promiscuidad masculina. Las mujeres posmodernas reclaman a sus compañeros  mayor implicación sentimental y más comunicación, reparto igualitario de las tareas domésticas, relaciones plenas que no se basen en la evitación o la huida. Las mujeres de hoy ya no quieren cumplir el papel de “freno de mano” del hombre, y muchas se rebelan contra el rol de madre que han de cumplir para que sus maridos se comporten como personas adultas.

A algunos hombres les cuesta relacionarse igualitariamente con su familia o su pareja porque los entornos “masculinos” (trabajo, deportes, negocios, política) son jerárquicos y competitivos, y  porque con respecto a las mujeres siempre se han situado o bien en un plano superior, o en un plano de dependencia emocional. Además, han sido educados para reprimir sus emociones, y esta falta de expresividad les está pasando factura. Les cuesta abrirse y compartirse, comunicar, mostrar cariño en público a otros hombres, mostrar miedo o debilidad. Porque fueron educados para ser machos heterosexuales, duros, promiscuos, fuertes, inquebrantables; se les mutiló para que no se dejen llevar por la sensibilidad o los sentimientos bajo el lema “los hombres no lloran”.

Por todo esto a los varones les cuesta relacionarse en un plano de igualdad, y por esto las parejas también están en crisis. El modelo de relación basado en la dominación y la sumisión ya no funciona ahora que las mujeres pueden trabajar y no necesitan marido para sobrevivir. La liberación de las mujeres ha logrado que no nos relacionemos ya desde la necesidad de tener un proveedor, sino desde la libertad para compartir la vida con quien una desee.

Mientras las mujeres han ido empoderándose, los hombres sienten que han perdido su función como papel de proveedor principal, cabeza de familia, rey de su casa y amo de sus propiedades, su mujer, sus hijos e hijas. Ya no son necesarios ni para la defensa, ni para el mantenimiento del hogar, ni para la reproducción, como lo demuestra el aumento de familias monoparentales encabezadas por mujeres autónomas, y como lo demuestra el creciente uso de las técnicas de reproducción asistida.

La autoridad del pater familias ya no es sagrada. Ahora todo es negociable y las familias son democráticas: en casa se hablan las cosas y se llega a acuerdos, se reparten tareas, se apoya a quien lo necesita. Las mujeres se las arreglan solas ante los “maridos ausentes” (cada vez existen más jefas de hogares monoparentales en todo el mundo).  Los “padres ausentes” van perdiendo todo su poder porque no están, porque no son, porque son incapaces de comunicarse ni de vincularse emocionalmente con sus hijos/as. Ahora el respeto y el cariño hay que ganárselo, y muchos no saben por dónde empezar.

Y es que a muchos hombres les cuesta comprometerse. Con las mujeres, con los hijos, con las responsabilidades de la vida. Su constante deseo de escapar (de sí mismo, de sus sentimientos, de sus compromisos, de sus problemas, de su paternidad) revela, según algunos expertos en los estudios de las masculinidades,  la inmadurez de algunos para hacer frente a la vida.

Enrique Gil Calvo, sociólogo español, habla con naturalidad, en un proceso de autocrítica, del egoísmo de género, según el cual los varones sumidos en la tradición machista  siguen siendo pequeños tiranos acostumbrados a que sus necesidades y deseos sean atendidas de inmediato. Son muchos los que desean poder disfrutar de la impunidad de la infancia, por eso les gusta sentirse controlados, vigilados y regañados por sus compañeras. La libertad se les antoja insoportable, porque no saben qué hacer con ella. Por eso prefieren pasar de la madre a la esposa sin asumir su adultez, y pretenden que ambas cumplan su papel maternal hasta el fin de sus días.

Los “nuevos” varones, en cambio, apoyan el empoderamiento de sus amigas, de sus amantes, de sus compañeras, de sus madres y hermanas. Educan a sus hijas para que estudien y se desarrollen profesionalmente, para que sean autónomas y se emparejen con quien deseen, sin las presiones sociales de antaño. Felicitan a las mujeres de su entorno el 8 de Marzo, se manifiestan junto a ellas para reivindicar la igualdad; pero aún son muchos los que se sienten culpables porque no son capaces de ceder sus privilegios de clase.

Son los que “ayudan” en las tareas domésticas sin asumirlas como propias. Son los que cortan el césped del jardín pero jamás limpian la mierda de los retretes.  Son aquellos que evaden sus obligaciones poniendo como excusa la ignorancia o la torpeza masculina en asuntos domésticos, como si encargarse de ellos fuese una habilidad exclusivamente femenina que estuviese en la naturaleza de las mujeres desde el principio de los tiempos.

El “nuevo hombre” se enfrenta a una libertad desconocida para configurar su identidad, y eso le angustia, porque ha de inventarse nuevos modos de ser y de relacionarse y no sabe muy bien por dónde tirar. Algunas mujeres se quejan de la indecisión masculina, de la inseguridad que les paraliza, de su falta de madurez. El  varón posmoderno no sabe si las mujeres desean machos posesivos o compañeros de viaje,  y sufre por las contradicciones internas entre el discurso y la práctica, entre el deseo de igualdad y las estructuras machistas que habitan en todos los hombres y mujeres educadas en la tradición patriarcal.

Algunos aceptan el desafío y están explorando caminos desconocidos, rompiendo las barreras que les limitan, liberándose de la opresión que sufren desde que están en la cuna. Estos aventureros están re-pensando la masculinidad hegemónica y la diversidad de las masculinidades, están haciendo autocrítica, están planteándose nuevos retos, y se atreven por fin a construir su propia identidad al margen del machismo y la homofobia de nuestra cultura patriarcal. No es fácil porque todos llevamos incorporados estos esquemas, estos roles, estos estereotipos que nos dicen como es un “verdadero” hombre o como es una “verdadera” mujer. Pero basta con darse cuenta de que hoy la identidad no es un producto acabado, sólido, estable, sino que es más bien un proceso en el que todo cambia.

Muchos se unen para organizarse y forman  grupos de Hombres Igualitarios. Trabajan en varias áreas: activismo, talleres, encuentros, intercambios, terapias grupales e individuales, charlas, capacitaciones, investigación. En estos grupos se juntan varones de todas las edades y clases sociales, de diferentes religiones e ideologías, con un objetivo común: hablar. Hablar de sí mismos, analizar la educación que han recibido, cómo se sienten ahora, y qué pueden aportar ellos a la lucha por la igualdad y los derechos humanos.

Estos grupos de Hombres escriben en webs y blogs, publican libros, comparten información, crean redes de grupos masculinos, se reúnen en congresos internacionales, lanzan campañas a favor de la paternidad, salen a la calle a protestar contra la violencia hacia las mujeres o contra la explotación de esclavas sexuales. Trabajan con hombres maltratadores, realizan talleres de prevención con adolescentes, deconstruyen la masculinidad tradicional opresora, y reivindican otras masculinidades diferentes, otras formas posibles de ser y estar en el mundo.

Los hombres igualitarios desean mejorar sus relaciones con los amigos, sus relaciones sexuales y sentimentales, sus vínculos familiares. Reivindican su derecho a ejercer y disfrutar de la paternidad. Están revolucionando sus relaciones en la cama, en el trabajo, en la familia, y comienzan a sentir que tienen nuevos roles, nuevas metas, nuevas inquietudes. Estos nuevos varones están marcando el camino hacia una cultura más pacífica y amable, de relaciones más igualitarias y afectos más diversos.

El gran reto ahora, creo, es la lucha por la conciliación laboral y familiar. Los hombres quieren disfrutar de la crianza y la educación de los niños y las niñas, de modo que están pidiendo a los gobiernos y las empresas que permitan a los padres disfrutar de los mismos derechos y obligaciones que las madres.

Creo firmemente que es necesario que hombres y mujeres trabajemos unidos, porque lo que beneficia a unas, beneficia también a los demás, y porque tenemos el mismo sueño: una sociedad igualitaria en la que no se discrimine a la gente por sus diferencias, una sociedad sin jerarquías ni luchas de poder, una sociedad pacífica e inclusiva en la que tengamos toda la libertad para configurar nuestras identidades  al margen de las imposiciones sociales, y más allá de las etiquetas.

Fuente: http://www.lr21.com.uy/comunidad/1055105-la-crisis-de-masculinidad-y-los-%E2%80%9Cnuevos-hombres%E2%80%9D

 

La crisis del masculinismo está convenientemente mal entendida. El feminismo necesita hombres débiles para hacer mujeres fuertes.

No tengo costumbre de ir contradiciendo punto por punto, pero este artículo lo merece. Estamos dudando del título de doctora de esta señora, porque del feminismo ya dudábamos antes.

Muchos sufren una gran carga de inseguridad sobre cuál es su papel.

Esto simplemente es falso, lamento no poder dar una explicación larga. Ningún hombre que se valore tiene cargas de inseguridad a cerca de su papel. Aquí no hay papeles, nos los comemos todos. Somos igual de autosuficientes y seguros todas las personas, hombres y mujeres, la inseguridad no tiene nada que ver con el género.

Tienen miedo a perder importancia o a sacrificar su virilidad.

No tenemos miedo a perder importancia, simplemente, sabemos que el feminismo no nos da importancia, y nuestra respuesta a eso es daros la espalda. Inicialmente el masculinismo trató de tender la mano al feminismo, pero este último actuó de forma imperante y totalitaria sin querer saber nada de nosotros, ni nuestro punto de vista, ni nuestra opinión, ni nuestra participación. El feminismo es el que inició la desigualdad ignorando a los hombres.

Nosotros estamos seguros de ser hombres, y de nuestra masculinidad aunque no queraís verlo. No tenemos culpa de que el feminismo sea así de ciego y vea lo que le de la gana ver. Vuestras doctrinas en los centros educativos y vuestra publicidad en la televisión no sirven para nada. Sabemos que todo es manipulación.

No saben relacionarse con hombres gays y odian a las mujeres feministas.

El asunto de los gays, simplemente es falso sin nada mas que discutir. Me parece una tontería como un castillo de grande y nos hace dudar muchísimo de su título de doctora.

En general los hombres no odiamos a las mujeres feministas. Si que rechazamos a las feministas porque el feminismo de los últimos años, ha demostrado que nos trae desigualdad, o como dijo Toni Cantó “igualdad contra los hombres”. Y es que hasta un niño de 3 años sabe entender que un problema que afecta a dos, se soluciona entre dos, pero vosotras feministas nos disteis la espalda, y lo seguiremos repitiendo hasta que dejéis de darnos la espalda. Aunque lamentablemente la mayoría de los hombres ya no esperan que querrais dialogo. El feminismo de estos últimos años nos hizo mucho daño. No fumos nosotros quien nos quitamos valor a nosotros mismos, fuisteis vosotras quienes nos visteis con menos valor. Pero podéis ver lo que queráis ver, ya nos da igual. Como movimiento no queremos ser totalitarios y caer en vuestros defectos, como movimiento deberíamos seguir tendiéndoos la mano, ya que masculinismo y feminismo, en teoría ambos buscan la igualdad. Eso como movimiento, pero individualmente, cada hombre es mas difícil, suerte si encontráis alguno que aun confíe en el feminismo. Incluso tenéis mujeres detractoras del feminismo a las que vosotras criticáis. Vuestra ideología da a entender que “o feminismo, o nada”. Eso es muy egoísta.

Algunos emplean la violencia, tratando desesperadamente de ejercer su poder sobre su entorno, especialmente sobre las mujeres cercanas.

De nuevo manipulando. Sacando el tema de que necesitamos violencia porque es lo único que sabemos hacer. Pues no, también sabemos daros la espalda pacíficamente. Quizá no os hayáis dado cuenta, pero nuestro empoderamiento es distinto al vuestro. Nosotros lo hacemos individualmente y personalmente. La crisis de masculinidad que vosotros veis, es nuestra espalda, porque nosotros, estamos muy bien.

En todo el planeta, los hombres se suicidan más que las mujeres y mueren en actos de imprudencia porque tienen menos herramientas para gestionar sus emociones.

En todo el planeta los hombres tenemos trabajos mas duros que las mujeres, pero en temas de igualdad, no queréis saber nada de esto.

En cuanto a los sentimientos, volvemos a dudar de su doctorado. Los hombres no necesitamos permiso ni aceptación ni el punto de vista de las mujeres para expresar o no expresar nuestros sentimientos. El que quiere lo hace y el que no no. Ninguna de las dos opciones es criticable, porque es elegida por cada uno personalmente. No os habéis percatado de nuestra evolución. Mirad nuestra espalda de nuevo y preguntaos porque os la estamos dando.

No saben cómo hacer frente al miedo, al odio, a la desesperación, a la tristeza; por eso es frecuente que recurran a la violencia, contra sí mismos o contra los demás.

Lo mismo que lo anterior, pero esta vez de nuevo con el tema de la violencia. Ya sabemos que esto es manipulación. Mas quisierais que fuésemos violentos, parece que necesitáis un enemigo del que quejaros porque ya se os acabó la verdadera lucha, la que os dio igualdad. ¿Que puede hacer un movimiento cuando ya ha conseguido su objetivo? No tiene sentido. Nosotros en cambio, si esperamos desaparecer cuando cumplamos nuestros objetivos. Es lo justo.

Eduardo Bognino, psiquiatra y miembro de AHIGE y PPina, cree que la presión social sobre los “machos” ha sido devastadora para la salud mental y emocional de muchos millones de hombres. Esto es debido a que la masculinidad tradicional está sometida a constantes pruebas; un hombre ha de estar demostrando continuamente que no es una mujer, que no es un niño, que no es homosexual.

Tiene que demostrar que es valiente, agresivo, activo, aunque tenga que poner su vida y la de otros en peligro. Los hombres, para demostrar su virilidad, tienen que ser exitosos en su trabajo; promiscuos, fértiles y potentes en el ámbito de la sexualidad. Crecen y construyen su identidad rechazando todo lo que tenga que ver con la feminidad;  las mujeres son siempre “lo otro”, aquello que uno no es.

Que curioso, este es el punto de vista siempre, de las personas que se dedican a poner esas pruebas. ¿Aun no os habéis percatado que no necesitamos ser puestos a prueba? La única presión que tenemos, es nuestra lucha contra nuestra desigualdad: custodia, violencia hembrista, igualdad legal integral en todos los ámbitos menos en los de fuerza mayor como el embarazo. Aquí en este párrafo, ya uno empieza a plantearse: “¿No estarán intentando redefinir a los hombres a su gusto?”. Esto sería un gran error. Ya que de intentarlo, ni siquiera nuestra espalda veríais. No veríais nada. Un hombre de verdad, ignora las pruebas y rechaza a quien se las hace. Nuestra seguridad individual invisible para vosotras nos lleva a una seguridad colectiva que tampoco nos preocupa mucho. Así es ¿por que ha de preocuparnos? no pensamos igual que vosotras, es todo. Si necesitáis poner a prueba a un hombre para ver si este está seguro, seréis vosotras las que empezaréis el error.

En las películas, los videojuegos, los cómics, las series de televisión, se aprecia  una falta de diversidad  en los modelos masculinos; unos son machos alfa en acción, otros donjuanes, y  otros son unos “calzonazos” que no saben dominar a sus mujeres.

No vamos a entrar en el terreno de la fantasía y sus ventas, si quieres te podemos poner en contacto con cuarto milenio o algo parecido y le cuentas tu historia.

En cuanto a lo de calzonazos, los habrá, por supuesto, hay hombres débiles. Y son estos a los que os gusta criticar quizás.

En cuanto a los que no saben dominar a sus mujeres. Es mas sencillo que eso, si tenemos que estar pendiente de una mujer que necesita ser dominada para no ser mala, simplemente no estaríamos con esa mujer. Somos inexpugnablemente sencillos y no nos preocupa que no os guste. Simplemente queremos que no nos traten mal, como puede quererlo cualquier otra persona, hombre o mujer. Pero en este párrafo se  nos compara con los calzonazos, que como ya dije, los habrá.

Gracias a la mitificación de la violencia viril de nuestra cultura, la mayor parte de los hombres quieren ser vencedores, héroes o conquistadores de mujeres. La cantidad de mujeres que pueden seducir es la prueba de su hombría, de ahí que se les eduque para ser promiscuos, y para relacionarse con las mujeres únicamente  desde la necesidad. Por eso el papel de las mujeres ha sido siempre el de satisfacer sus demandas sexuales, y además ejercer de criadas para cubrir sus necesidades afectivas y materiales.

No es una mitificación, simplemente es algo que no queréis ver porque os conviente. Hoy en día, en el marco de la pareja heterosexual, la cantidad de hombres maltratados roza a la de mujeres maltratadas, por primera vez estámos a punto de converger, y esto lo expliqué bien en noticias anteriores.

No se nos puede encasillar en que queremos ser, queremos ser nosotros mismos sin que se nos encasille. Queremos ser personas, igual que vosotras, pero por alguna razón se negáis a vernos así. No necesitamos seducir a muchas mujeres para sentirnos bien, quien quiera que lo haga y quien que no lo haga. Esto no va con el género, va con la persona. Nuevamente, señora, nos preguntamos a cerca de su título de doctora, ¿donde ha tomado usted esta información? ¿utilizó algún método que limite los resultados?.

La mayoría de hombres ni presta atención al movimiento masculinista porque su vida es perfecta en el marco de los temas que estamos tratando. Por eso detectamos un encasillamiento, una manipulación y una redefinción del hombre al antojo de las mujeres. Incluso mujeres de nuestro entorno cercano, continúan hablando de esta crisis de masculinidad como si tuviéramos un problema. No tenemos ningún problema, simplemente damos la espalda a vuestro problema de discriminación con nosotros, porque está visto y comprobado que no queréis diálogo, que lo que queréis es dirigir la igualdad sin nosotros. Ya muchos y cada vez mas, nos negamos a poner nuestro punto de vista porque sabemos que automáticamente nos lo rechazan como si fuésemos tontos y no supiéramos quienes somos.

Un hombre poniendo su punto de vista al feminismo es como un si un gorrión que está haciendo su nido, observa a una tortuga que está subida a un poste. El gorrión es el masculinismo, que esta empezando a construirse, y la tortuga en el poste, es el feminismo, nadie sabe como llegó tan lejos, pero no hace nada estando ahí ella sola.

Con la revolución feminista, muchas mujeres dejaron de configurar su vida en torno a la necesidad de ser poseída por un hombre, y se rebelaron contra la doble moral sexual que les obliga a ser fieles y que en cambio premia la promiscuidad masculina. Las mujeres posmodernas reclaman a sus compañeros  mayor implicación sentimental y más comunicación, reparto igualitario de las tareas domésticas, relaciones plenas que no se basen en la evitación o la huida. Las mujeres de hoy ya no quieren cumplir el papel de “freno de mano” del hombre, y muchas se rebelan contra el rol de madre que han de cumplir para que sus maridos se comporten como personas adultas.

Este párrafo en cambio, solo habla de mujeres. Y desde el punto de vista y análisis masculino, nos parece correcto. No tenemos ninguna lucha. Queremos igualdad, sabemos que tenemos que colaborar en casa. Todo correcto.

Añadiendo que, y de nuevo, los hombres estamos cansado de ser el freno de mano de los excesos del feminismo. Sabemos que no lo podemos parar, y posiblemente se autodestruya por incoherente. Ya no nos importa, de todas formas no aceptabais nuestro dialogo.

A algunos hombres les cuesta relacionarse igualitariamente con su familia o su pareja porque los entornos “masculinos” (trabajo, deportes, negocios, política) son jerárquicos y competitivos, y  porque con respecto a las mujeres siempre se han situado o bien en un plano superior, o en un plano de dependencia emocional. Además, han sido educados para reprimir sus emociones, y esta falta de expresividad les está pasando factura. Les cuesta abrirse y compartirse, comunicar, mostrar cariño en público a otros hombres, mostrar miedo o debilidad. Porque fueron educados para ser machos heterosexuales, duros, promiscuos, fuertes, inquebrantables; se les mutiló para que no se dejen llevar por la sensibilidad o los sentimientos bajo el lema “los hombres no lloran”.

También os tenemos que dar la razón en esto, aunque con ciertas modificaciones. Normalmente cuando por culpa del género feminino, sufre un hombre, lo llamamos hembrismo, pero en este caso si que es machismo cultural. Sabemos que los hombres entre nosotros hemos sido imbéciles y hemos competido entre nosotros por casi todo. Pero esto hoy en día ya no es así, os actualizo que esto se reduce solamente a un aspecto infantil de algunos niños. El cual debemos seguir corrigiendo. También todo depende del colegio donde estén aprendiendo, de la familia que los cría. Evidentemente ni el feminismo ni el masculinismo pueden estar en todas partes.

Ya de adultos, si tenemos que expresar nuestras emociones a otros hombres, lo hacemos aunque quizás en privado. Ya es cuestión de gusto y respeto y no de represión o cultura.

Y nos gustaría introducir un lema que nos gustaría que os plantearais muy en serio. Ya que seguro que muchos sufrimos este machismo/hembrismo de niños cuando nos dicen “a las niñas no se les pega”. Nos gustaría añadir “a los niños tampoco”. Ya que lo que buscamos es igualdad, porque ¿vosotras también buscáis igualdad, cierto?

Por todo esto a los varones les cuesta relacionarse en un plano de igualdad, y por esto las parejas también están en crisis. El modelo de relación basado en la dominación y la sumisión ya no funciona ahora que las mujeres pueden trabajar y no necesitan marido para sobrevivir. La liberación de las mujeres ha logrado que no nos relacionemos ya desde la necesidad de tener un proveedor, sino desde la libertad para compartir la vida con quien una desee.

De acuerdo con el final. No con el principio. Nos cuesta relacionarnos en un plano de igualdad, porque nos habéis quitado la igualdad con leyes injustas. Y las parejas están en crisis no solo porque la mujer es autosuficiente, cosa que nos parece bien, sino también por como os dijimos antes, damos la espalda al feminismo que cuando ya tiene igualdad, lo que quiere es algo mas allá. Y al igual que habrá mujeres extremistas, también hay mujeres igualitarias; no esperéis que sean las igualitarias las que se quejen de la crisis. Los medios de comunicación siempre atienden al ruido. ¿Te quejas? Pregúntate por que.

Mientras las mujeres han ido empoderándose, los hombres sienten que han perdido su función como papel de proveedor principal, cabeza de familia, rey de su casa y amo de sus propiedades, su mujer, sus hijos e hijas. Ya no son necesarios ni para la defensa, ni para el mantenimiento del hogar, ni para la reproducción, como lo demuestra el aumento de familias monoparentales encabezadas por mujeres autónomas, y como lo demuestra el creciente uso de las técnicas de reproducción asistida.

Muy cerca de su título pero muy lejos de la realidad. Los hombres ya sabemos que las mujeres son autosuficientes y no nos decepciona dejar de ser proveedores. Al contrario, esperamos no serlo, es lo justo en un ambiente de igualdad. Ahora solo importan las personas y no el poder. Tampoco habláis de familias monoparentales de dos hombres. Por favor, nos seguís excluyendo, queremos ver su doctorado. Dentro de esa autosuficiencia tampoco habláis de la igualdad en una separación: ¿os habéis planteado que ya que estamos en igualdad de condiciones, sea la mujer alguna vez la que le pase la pensión a su ex-marido? El feminismo no trata de eso, ¿verdad?. Es igualdad solo lo que os conviene.

La autoridad del pater familias ya no es sagrada. Ahora todo es negociable y las familias son democráticas: en casa se hablan las cosas y se llega a acuerdos, se reparten tareas, se apoya a quien lo necesita. Las mujeres se las arreglan solas ante los “maridos ausentes” (cada vez existen más jefas de hogares monoparentales en todo el mundo).  Los “padres ausentes” van perdiendo todo su poder porque no están, porque no son, porque son incapaces de comunicarse ni de vincularse emocionalmente con sus hijos/as. Ahora el respeto y el cariño hay que ganárselo, y muchos no saben por dónde empezar.

Y es que a muchos hombres les cuesta comprometerse. Con las mujeres, con los hijos, con las responsabilidades de la vida. Su constante deseo de escapar (de sí mismo, de sus sentimientos, de sus compromisos, de sus problemas, de su paternidad) revela, según algunos expertos en los estudios de las masculinidades,  la inmadurez de algunos para hacer frente a la vida.

Desde nuestro punto de vista, con esta revolución de poderes, son las madres las que impiden a los padres involucrarse en el ambiente familiar. Ya lo decía Toni Cantó. Y encima lo criticaron. Ya nadie sabe que queréis.

Y en cuanto a lo de hacer frente a la vida, poco tiene que ver con el género.
Me saltaré los 3 siguientes párrafos por lo mismo.

El “nuevo hombre” se enfrenta a una libertad desconocida para configurar su identidad, y eso le angustia, porque ha de inventarse nuevos modos de ser y de relacionarse y no sabe muy bien por dónde tirar. Algunas mujeres se quejan de la indecisión masculina, de la inseguridad que les paraliza, de su falta de madurez. El  varón posmoderno no sabe si las mujeres desean machos posesivos o compañeros de viaje,  y sufre por las contradicciones internas entre el discurso y la práctica, entre el deseo de igualdad y las estructuras machistas que habitan en todos los hombres y mujeres educadas en la tradición patriarcal.

El nuevo hombre está disfrutando de su nueva libertad ya que “ser jefe” es algo molesto. Quizá será que a las mujeres no les gusta la libertad que tiene el hombre a su manera, y quieren que el hombre tenga libertad a la manera de la mujer.

No sabemos que tipo de compañía queréis, generalmente porque vosotras mismas no os aclaráis, pero esto no es nuevo, esto ha ocurrido siempre. Pero no nos queda mas remedio que ignorar parte del mensaje cuanto este contiene las letras “patriarc”. Nos da alergia porque sabemos que el mensajero quizá sea una de esas extremistas.

Algunos aceptan el desafío y están explorando caminos desconocidos, rompiendo las barreras que les limitan, liberándose de la opresión que sufren desde que están en la cuna. Estos aventureros están re-pensando la masculinidad hegemónica y la diversidad de las masculinidades, están haciendo autocrítica, están planteándose nuevos retos, y se atreven por fin a construir su propia identidad al margen del machismo y la homofobia de nuestra cultura patriarcal. No es fácil porque todos llevamos incorporados estos esquemas, estos roles, estos estereotipos que nos dicen como es un “verdadero” hombre o como es una “verdadera” mujer. Pero basta con darse cuenta de que hoy la identidad no es un producto acabado, sólido, estable, sino que es más bien un proceso en el que todo cambia.

Muchos se unen para organizarse y forman  grupos de Hombres Igualitarios. Trabajan en varias áreas: activismo, talleres, encuentros, intercambios, terapias grupales e individuales, charlas, capacitaciones, investigación. En estos grupos se juntan varones de todas las edades y clases sociales, de diferentes religiones e ideologías, con un objetivo común: hablar. Hablar de sí mismos, analizar la educación que han recibido, cómo se sienten ahora, y qué pueden aportar ellos a la lucha por la igualdad y los derechos humanos.

Estos grupos de Hombres escriben en webs y blogs, publican libros, comparten información, crean redes de grupos masculinos, se reúnen en congresos internacionales, lanzan campañas a favor de la paternidad, salen a la calle a protestar contra la violencia hacia las mujeres o contra la explotación de esclavas sexuales. Trabajan con hombres maltratadores, realizan talleres de prevención con adolescentes, deconstruyen la masculinidad tradicional opresora, y reivindican otras masculinidades diferentes, otras formas posibles de ser y estar en el mundo.

Los hombres igualitarios desean mejorar sus relaciones con los amigos, sus relaciones sexuales y sentimentales, sus vínculos familiares. Reivindican su derecho a ejercer y disfrutar de la paternidad. Están revolucionando sus relaciones en la cama, en el trabajo, en la familia, y comienzan a sentir que tienen nuevos roles, nuevas metas, nuevas inquietudes. Estos nuevos varones están marcando el camino hacia una cultura más pacífica y amable, de relaciones más igualitarias y afectos más diversos.

Creo que son los único párrafo en el que te refieres a nosotros. El resto es concepción errónea.

Aunque te falta mucho por añadir, lo típico que el hembrismo mediático censura sobre el masculinismo. Ya que esta todo subvencionado y dejo de ser del pueblo hace muchos años. Como por ejemplo, la violencia contra los hombres, siempre censuráis esto, y por eso os damos la espalda.

Nosotros en cambio criticamos también cuando los hombres se pasan de la raya. Me gustaría veros a vosotras haciendo eso.

El gran reto ahora, creo, es la lucha por la conciliación laboral y familiar. Los hombres quieren disfrutar de la crianza y la educación de los niños y las niñas, de modo que están pidiendo a los gobiernos y las empresas que permitan a los padres disfrutar de los mismos derechos y obligaciones que las madres.

Creo firmemente que es necesario que hombres y mujeres trabajemos unidos, porque lo que beneficia a unas, beneficia también a los demás, y porque tenemos el mismo sueño: una sociedad igualitaria en la que no se discrimine a la gente por sus diferencias, una sociedad sin jerarquías ni luchas de poder, una sociedad pacífica e inclusiva en la que tengamos toda la libertad para configurar nuestras identidades  al margen de las imposiciones sociales, y más allá de las etiquetas.

Todo de acuerdo. Pero contradictorio entonces con el resto de tu escrito.


Para Coral HG
De Masculinismo

Le planteamos seriamente que deje de lado sus estudios y deje de preconcebirnos o de reconcebirnos y nos mire tal cual somos.

Los hombres dejarán de ignorar el feminismo, cuando las feministas dejen de imponer su idea sin evaluación del hombre y contra el hombre.

Mientras tanto podéis seguir en vuestro mundo de fantasía femenina donde lo sabéis todo de todos, donde siempre hacéis lo correcto, donde siempre lleváis razón, donde no necesitáis otro punto de vista, donde todo vale contra el hombre, donde la crisis masculina esta definida por la mujer porque el hombre se esta adaptando. Nada os impide seguir en ese mundo de fantasía. Nosotros ya sabemos que no podemos aportar nada porque la respuesta siempre es un no, pero os dejamos observar nuestra preciosa espalda.

No obstante si algún día cambiáis de idea, os destaponáis los oídos, y queréis hablar sobre cosas que les preocupan a los hombres de verdad, el movimiento estará escuchando, aunque muchos hombres ya no estarán para vosotras.

La verdad de esto me espero mas bien una crítica destructiva y comentarios sobre el machismo que os harán ver espaldas, antes que una conversación de flujo bidireccional. Pero ahí os queda. Nosotros vamos a avanzar. Vosotras decidiréis si queréis avanzar, solas.

Haced lo que queráis con vuestro feminismo desigualitario, pero dejadnos a los hombres que nos definamos a nosotros mismos, que ya lo hacemos bien, no somos tontos.

¿Que dicen otros masculinistas?

  • Yo esto ya lo sabía fijándome un poco en la sociedad, siempre lo explico con una balanza, lo normal es equilibrarla y no pasar de un lado al otro, porque al final seguiremos con el mismo problema pero a la inversa, el problema esta en la educación que se da respecto al tema, y quienes tienen que cambiar en gran mayoría son las mujeres porque a día de hoy el hombre esta cambiando, hemos cambiado,somos conscientes de que tenemos que tener igualdad pero las mujeres no lo ven ,parece que seguimos en otro siglo y siguen luchando por causas que ya no existen, a día de hoy los hombres machistas son una minoría por lo tanto se deberían de tomar como individuos y no como hombres, las mujeres a día de hoy son mas sexistas que los hombres pero nadie lo ve supongo que porque nadie las ve como un problema, que conste que yo me baso en lo que veo, en mis experiencias, y constantemente hay mujeres quejándose de los hombres y no escucho ninguna queja de los hombres hacia las mujeres, todos tenemos que vernos como personas y no por nuestro sexo,raza,sexualidad o religión….todo el mundo lo sabe pero no lo llevan a cabo, que es lo que falla? LA EDUCACIÓN Y POR CONSIGUIENTE LA INTELIGENCIA.